martes, 10 de julio de 2012

HEMINGWAY, DE SAN FERMÍN A LA HABANA

Desde el siglo XII ,cada 6 de julio  con el  estallido del  "chupinazo" Pamplona se tiñe  de blanco y rojo y sus calles se transforman durante nueve jornadas  en un derroche de fraternidad, alegría, música y juerga ininterrumpida al compás de las charangas y las peñas vecinales.
El Encierro matutino, es el único momento del día en el que la fiesta se contiene y la tensión invade el recorrido minutos antes de que los toros inicien su carrera tras los mozos,esta explosión de sensaciones culmina en la Plaza de Toros; y la fiesta continúa con el "caldico", el chocolate con churros, los Gigantes y Cabezudos, el aperitivo ,la corrida de toros o los fuegos artificiales, que dan paso a la algarabía nocturna.
Encierro
Buena parte de la fama universal de los Sanfermines se debe a las referencias que sobre la celebración recogió Hemingway en sus crónicas periodísticas y en su novela "Fiesta". El premio Nobel, gran admirador de las ferias taurinas y los matadores, no se perdía una corrida desde que llegó por primera vez a la capital navarra en 1923; tan hondo calaron en él estas tradiciones, que repitió viaje en varias ocasiones hasta 1959.

Durante sus estancias en Pamplona, el escritor acostumbraba a hospedarse en el hotel La Perla de la Plaza del Castillo, en cuyas terrazas disfrutaba del ambiente festivo, al igual que en las visitas a  restaurantes y bares del centro histórico; junto a su cuadrilla de amigos, con quienes también  practicaba su afición favorita: la pesca en los ríos trucheros navarros. De esas escapadas al campo ha quedado un reflejo en el viaje que Jake Barnes y Bill Gorton, protagonistas de "Fiesta", realizan por los valles pirenaicos.

Desde los primeros testimonios de Hemingway numerosos norteamericanos han visitado Pamplona en San Fermín, entre ellos cabe recordar a David Black, que los vivió 40 veces; Matt Carney, que llegó a ser un gran corredor del encierro gracias a su buen amigo y maestro Jerónimo Echagüe; Alice Hall, Lauren Bacall, y el  el dramaturgo Arthur Miller y su mujer, la fotógrafa austriaca Inge Morath.

Testigos de ese amor incondicional profesado por el  premio Pulitzer (1953), a la más internacional  de las fiestas españolas, son los recuerdos atesorados por él desde 1940 en su "Finca Vigía", una mansión ubicada al sureste de La Habana que fuera cedida por su viuda Mary Welsh al Estado cubano.
Casa Museo Ernest Hemingway
En este hábitat, donde Hemingway escribió gran parte de Por Quien Doblan las Campanas, el Viejo y el Mar e Islas del Golfo; la tauromaquia es todo un referente dentro de la colección , diversificada en objetos personales, libros, fotos, documentos, muebles, trofeos, ropa y cuadros de escenas taurinas realizadas por el pintor español Roberto Domingo.
Ernest Hemingway

La Casa Museo Ernest Hemingway brinda  al visitante constancias gráficas sobre degustaciones  del tradicional plato ibérico ajoarriero con gambas; acompañado del refrescante daiquirí cubano, tesoros culinarios que ofrecía a sus célebres invitados, entre los que se encontraban prominentes personalidades del mundo literario, la política y el cine.
Y es que para quien hizo del mar uno de sus sitios favoritos, de la habanera Finca Vigía un refugio y de  los San Fermines su pasión, el mes de julio es un homenaje trascendido en fuegos y cánticos entonados por los ciudadanos de todo el mundo, que siguen el camino de Hemingway y se acercan a Pamplona para conocer in situ la Fiesta que mejor lo define:

 "Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio,siete de julio, ¡SAN FERMÍN...! 

  ¡VIVA SAN FERMÍN!  ¡GORA SAN FERMÍN!