Charly Morales Valido –
Prensa Latina.-
Luis Carbonell, cuya muerte tiñe de luto hoy la cultura cubana,
confesaba que su gran vocación era el magisterio, y de cierto modo se realizó
siendo un maestro de la declamación.
En una de sus últimas
entrevistas, el afamado Acuarelista de la Poesía Antillana confesó a Prensa
Latina que recitar poemas pasó de ser un hábito a un vicio incurable en su vida.
"La poesía ha
sido todo para mí, me alimenta, me hace crecer por dentro. Comenzó de
casualidad, me acostumbré a declamar, pronto fue un hábito y después ha sido un
vicio", aseguró entonces el artista, lúcido y gentil.
Carbonell nació en
un hogar de maestros normalistas, donde la madre -una mujer muy romántica,
evocó- solía recitar poemas en voz alta para todos.
"Mi hermana
segunda también declamaba, y creo que hubiera podido ser una recitadora
profesional muy buena. Yo comencé imitándola, un día lo hice en público y desde
entonces ha sido mi vida", contó.
De cierta manera,
su vocación pedagógica la canalizó a través de sus recitales, que fueron todo
un magisterio oral de la llamada poesía negra, pero también del arte
vanguardista español.
Su vasto repertorio
incluyó obras de los cubanos Nicolás Guillén, José Zacarías Tallet, Emilio
Ballagas y Regino Pedroso, el español Federico García Lorca y el venezolano
Aquiles Nazoa, entre otros.
"He tenido la
suerte de estrenar y divulgar mucha de la mejor poesía cubana y española,
inspirado por precursores del género, como el español José González María y
Eusebia Cosme", señaló.
Más dado a los
clásicos que a los contemporáneos, cuya calidad también reconocía, Carbonell
solía ejercitar la mente aprendiendo nuevos poemas y relatos, porque la
cuentística también le seducía.
Apoyado en sus
inicios por la soprano Esther Borja, Carbonell se impuso por su manera única de
decir, que hizo al humorista argentino Pepe Biondi bautizarlo como El
Acuarelista de la Poesía Antillana.
Además, numerosas
generaciones de actores, músicos y cantantes de Cuba son deudoras de su
impecable -e implacable- magisterio, su dominio del gesto, la dicción, la
musicalidad y la picardía.
Carbonell cumplió
90 años de edad el pasado 26 de julio y, más allá de los tributos oficiales,
siempre valoró el cariño de su pueblo, que hoy lo llora como a un familiar más. Desde aquí, nuestro HASTA SIEMPRE AL MAESTRO DE LA POESÍA ANTILLANA.