El Teatro Nacional de Guiñol de Cuba,
dirigido por Armando Morales, después de ser aclamado desde comienzos de agosto
2012 en Festivales y otros eventos de varias provincias españolas (Asturias,
León…), representó este fin de semana en el prestigioso Festival Titirilandia
de Madrid –y en el emblemático espacio de los títeres al aire libre en el
Parque de El Retiro– su Caperucita Roja, en dos exitosas funciones para
público de todas las edades, cada una desbordada fundamentalmente de niñas y
niños, de muy diversas edades, que formaban a la vista un conglomerado de razas
y de procedencias, y con la presencia de personalidades del teatro y de otras
artes convocadas por la reputación mundial tanto del Guiñol de Cuba como del
monumental Morales Riverón, uno de los artistas más completos del teatro de
muñecos de todos los tiempos (actor, titiritero, director escénico, pintor
–artista reconocido dentro de las bellas artes en sí con su letrismo óptico y
más– diseñador de muñecos,
escenógrafo…).
El texto representado de Caperucita
Roja, de Charles Perrault, es una versión libre con fuerte acento en lo
cubano –y a la vez en lo más genuinamente universal de los sentimientos y del
humor, de lo bienhechor y lo ingenioso– tanto en situaciones como en lenguaje e
intenciones, y –entre más transformado en aras de contemporaneidad y de
interacciones con el público– con la sustitución del personaje del cazador por
el de un más próximo carbonero.
La puesta en escena, uno de los
espectáculos de mayores excelencias que he visto por el mundo dentro del teatro
de muñecos a partir de comienzos de los años sesenta y hasta hoy, resulta
excepcional desde ese auténtico genio que es Armando Morales, que enfatiza,
desde el comienzo mismo, la conversación escénica –proveniente de la oralidad
artística– integrándola a la representación como preámbulo y luego como suerte
de hilo conductor de cercanía al, e interacciones con el, público, incluyendo
en los diálogos con los actores y en las lecturas en voz alta de parlamentos y
acotaciones tanto a las niñas y niños como a unos u otros adultos.
Tanto es original, no sólo la versión
elegida y sus acentos, sino también la concepción del juego entre los dos
actores (magnífico Morales y magnífico Lázaro Hernández, una primera figura
internacional de este arte; qué modos de decir de cada uno, qué matices en
intencionalidades, que despliegue de sentido del humor, de maestría humana y
artística así como de técnicas y recursos, con fuerte énfasis en el trabajo de
las voces), y, sobre todo, qué rejuegos entre ellos y los muñecos; qué continuo
intercambio de personajes y de muñecos entre los dos actores (que hacen con
naturalidad, en vivo y en directo, no sólo los dos personajes masculinos sino los
tres femeninos –uno la protagonista–, sus voces y movimientos), todo desde la
enfatización del concepto de que en el teatro de títeres –como nos expresó
Morales en diálogo amistoso entre las dos representaciones– el protagonista es
siempre el títere: el personaje mismo hecho muñeco, uno con existencia propia.
Pero si a originalidades voy a
referirme, qué escribir del diseño con aire cubista de los títeres del
espectáculo, uno tan inusual como fascinante; o de tantos dinámicos momentos de
la representación, y de la entrada y salida de quienes representan a los
diversos personajes y a las presencias desde sí mismos como actores; o ese
clímax resuelto con tanta aparente sencillez y a la par con tanta capacidad de
invención y ejecución como es el momento en que el lobo (concebido en otro
estilo y de una presencia ciertamente feroz) devora poco a poco a Caperucita.
Desde su fundación en 1963, el Teatro
Nacional de Guiñol de Cuba, uno de los colectivos cumbres de este arte en el
planeta, ha puesto innumerables obras de innumerables autores del teatro cubano
y universal; un número altamente significativo ha sido dirigido y diseñado, y
una buena cantidad de veces actuado por Armando Morales Riverón, que ha
dirigido teatro de muñecos no sólo dentro del Guiñol de Cuba sino también con
otros grupos cubanos y extranjeros, siendo posiblemente los dos autores que más
ha elegido: Javier Villafañe y el autor de estas líneas –un privilegio–, por lo
que Morales ya anuncia que uno de sus próximos espectáculos a pasear por el
mundo será una suerte de recital representado de textos de los dos.
UNA
CAPERUCITA ROJA: REFRESCANTE, ORIGINAL Y TIERNA
Armando Morales demuestra su
experiencia con gran peso escénico y personalidad arrolladora. Su destreza en
el manejo de las manos y las voces es maravillosa. Aparece y desaparece de
escena magistralmente. Juega con maestría para sostener el diálogo con el público
a través de una conversación escénica siempre fresca y alegre. Tiene una mezcla
de ternura y firmeza bien integradas. Nos enseña que es feliz porque sabe que
es feliz en escena. Los títeres dejan ver que le necesitan. El Maestro de los
títeres da toda una lección de calidad, de control y de pasión. Tiene el
corazón en sus manos, por eso sus creaciones están vivas.
Todo en Caperucita Roja, por
el Teatro Nacional de Guiñol de Cuba, dentro del Festival de Titirilandia, este
agosto en el Parque de El Retiro de Madrid.
Lázaro Hernández tiene una energía
prodigiosa y un talento incuestionable. Proyecta habilidad, talento, pasión.
Juega con los títeres como si fueran parte íntegra de su cuerpo. Sus registros
vocales, tanto en matices y cambios, aunados a un volumen firme y poderoso
hacen un verdadero placer su presencia. Y maneja su gestualidad con una alegría
desbordante.
El espectáculo fue fulgurante.
Disfruté desde la aparición mágica de los dos artistas hasta los merecidísimos
y largos aplausos del final. Gran dinámica, agilidad y gracia, belleza,
provocación y expectación, argumento de maestros, todo estaba ahí expuesto para
hacernos felices con un espectáculo de títeres de suprema calidad. Una Caperucita
Roja nueva, refrescante, original y desternillante. Y tierna, por supuesto.
Los títeres diseñados por Morales,
obras maestras. No puedo referirme a ellos como títeres o muñecos, porque para
mí existen por sí mismos. Al verlos de cerca comprobé lo que vi desde la
repleta grada: que estaban vivos, y que su creador los gestó. Bellísimas
criaturas.
El público, niñas, niños y adultos,
felices de principio a fin igual que yo. Y privilegiados. Hemos tenido la
oportunidad de refrescarnos en una calurosa tarde de verano con el espectáculo
de títeres de Armando Morales y Lázaro Hernández, irrepetible por grandioso.
Por admirable e inolvidable.
[1] Francisco Garzón
Céspedes (Cuba). Premio Iberoamericano “Ollantay”. Escritor, hombre de la
escena y periodista cubano. Dramaturgo con decenas de puestas en más de doce
países, e investigador y director
escénico. Creador de la narración oral escénica y Director General de la
Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE) y de sus
eventos por el mundo, el más emblemático las Jornadas Iberoamericanas de NOE
“Contar con La Habana”, anuales en la capital cubana. De sus libros más
recientes: Redoblante y Tío Conejo,
edición de los renombrados: Concha de la Casa / Centro de Documentación de las
Artes de los Títeres de Bilbao, País Vasco, España 2010, Centro que es una
hazaña cultural internacional junto a su Festival Internacional de Títeres de
Bilbao (FITB).
[2] José Víctor Martínez Gil (México).
Premio Iberoamericano “Chamán”. Narrador oral escénico y experto internacional
en oralidad escénica y comunicación. Escritor y profesor. Director Ejecutivo de
la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE) y de
sus eventos por el mundo. Se ha presentado en países de tres continentes; en la
Casa de América, el Teatro “Fernán Gómez”, la Universidad Complutense de
Madrid, el Teatro “Calderón” de Valladolid, la Sala “Manuel M. Ponce” del
Palacio de Bellas Artes de México y el Teatro Vuotalo de Helsinki, entre otros.
Ha sido Jurado de Festivales y Premios, como recién del Festival Internacional
de Teatro y Artes de Calle y poco antes de Concurso Literario Bonaventuriano /
Universidad San Buenaventura Cali.